
Ciudad de México, marzo de 2025 — México se ha consolidado como un punto neurálgico en la red global del narcotráfico y el crimen organizado que amenaza directamente la seguridad de Estados Unidos, de acuerdo con el Annual Threat Assessment of the U.S. Intelligence Community 2025, elaborado por la comunidad de inteligencia estadounidense.
El informe identifica a los cárteles mexicanos —principalmente el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG)— como los principales responsables de la producción y suministro de drogas ilícitas hacia EE. UU., incluyendo fentanilo, heroína, metanfetamina y cocaína de origen sudamericano.

Estas organizaciones no solo dominan el tráfico de estupefacientes, sino que también han incrementado su nivel de violencia y sofisticación operativa. Solo en 2024 se registraron cerca de 1,600 ataques con artefactos explosivos improvisados (IEDs) contra fuerzas de seguridad mexicanas, un salto alarmante frente a los apenas tres ataques reportados entre 2020 y 2021. El uso de minas terrestres, morteros y granadas demuestra una evolución peligrosa en las tácticas delictivas de estos grupos.
Además, el informe destaca el crecimiento de productores independientes de fentanilo en México, actores que operan fuera del control directo de los grandes cárteles. La facilidad para sintetizar esta droga con equipos básicos y poco personal ha reducido las barreras de entrada al negocio, fragmentando aún más el panorama del narcotráfico en el país.



Las consecuencias de esta crisis trascienden las fronteras mexicanas. El fentanilo y otros opioides sintéticos fueron responsables de más de 52,000 muertes por sobredosis en Estados Unidos durante los últimos 12 meses hasta octubre de 2024. Aunque esta cifra representa una disminución del 33% con respecto al año anterior —posiblemente gracias al mayor acceso a la naloxona—, el flujo de estas drogas sigue siendo una amenaza crítica.
El informe también señala que los puntos oficiales de entrada a lo largo de la frontera entre México y EE. UU. siguen siendo las principales vías para el contrabando de drogas, muchas veces ocultas en vehículos particulares y camiones de carga. Sin embargo, ante el refuerzo de la seguridad en la frontera, se anticipa que los cárteles adapten temporalmente sus rutas y métodos de contrabando.
Finalmente, la violencia generada por estos grupos no solo ha desestabilizado regiones enteras en México, sino que también ha contribuido a la migración regional y al debilitamiento de la infraestructura de seguridad tanto en México como en EE. UU., permitiendo incluso que posibles terroristas ingresen ilegalmente al territorio estadounidense.
El diagnóstico es claro: el crimen organizado en México no solo representa una crisis interna, sino un desafío de seguridad hemisférico que exige coordinación binacional más allá del combate al narcotráfico.