
Los arrecifes naturales son ecosistemas marinos indispensables para mantener ciclo de vida y biodiversidad de los océanos, según explica la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Sin embargo, los mares sufren pérdidas de arrecifes debido al cambio de temperatura en las aguas y además crecen en promedio sólo 1 centímetro por año.
Por ello, tanto organizaciones como gobiernos suelen recurrir a los “arrecifes artificiales”, los cuales pueden ser de gran ayuda para el ecosistema, siempre y cuando exista una plan sobre su ubicación, material y tamaño.
Barcos hundidos y bloques de concreto
Según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) crear un arrecife artificial es una opción viable para conservar y/o recuperar ecosistemas marinos naturales ya que pueden traer diversos beneficios.
- Reducen la presión sobre los arrecifes naturales expuestos a la sobreexplotación por buceo turístico o para obtener sus recursos.
- Generan espacios para dar cabida a determinada cantidad y variedad de especies de flora y fauna submarina
- Dan impulso al turismo sostenible
- Son de ayuda para la investigación, pues brindan la oportunidad de desarrollar trabajos científicos sobre la colonización de organismos y monitoreo de la evolución del arrecife.
- Disminuyen la pesca ilegal al dificultar el uso de redes de arrastre.
Un ejemplo de estos arrecifes artificiales son los que se encuentran en Veracruz, pues en 2001 la dependencia federal hundió el cañonero C-50 y el buque D-111 para crear habitats para gran variedad de especies.
En el caso de Estados Uniddos, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), el Santuario Marino Nacional de los Cayos de Florida alberga varias embarcaciones desmanteladas que se hundieron en zonas específicas para practicar buceo o pesca antes de su designación como santuario marino nacional.
En países como España, Italia, Francia, Japón y Corea también se han implementado este tipo de arrecifes con mucho éxito, mientras que en México estas estructuras predominan en Jalisco, Colima, Michoacán, Yucatán, Campeche y Quintana Roo.