
Ciudad del Vaticano.- Tras la primera ronda de votaciones de los 133 cardenales electores reunidos en cónclave, el humo que arrojó la chimenea instalada en el techo de la Capilla Sixtina fue negro. Aún no hay Papa.
La fumata negra salió por la chimenea de la Capilla Sixtina a las 21:01 hora local, más de tres horas después de que comenzó el cónclave a las 17:46, tiempo de Roma (9:46 hora de México), en medio de una gran expectación, pues más de 30 mil personas se reunieron en la plaza de San Pedro para presenciar el momento en directo, de acuerdo con la policía de Roma.
Sin embargo, el retraso sobre los cálculos iniciales, pues se esperaba alrededor de las 19:30 hora local (11:30 hora de México), sembró la impaciencia entre los fieles y turistas, que empezaron a mostrar cansancio, mientras entre los medios de comunicación reinaba la incertidumbre.
Será por la mañana del jueves cuando los cardenales, la mayoría de ellos designados por Jorge Mario Bergoglio, se desplacen desde la Casa Santa Marta, donde pernoctarán, hasta la Capilla Sixtina para comenzar una nueva ronda de votaciones y buscar elegir a un nuevo Papa.
Los cardenales votarán a partir del jueves cuatro veces: dos por la mañana y dos por la tarde.
Para la elección del Pontífice se necesitan al menos dos tercios de los votos. En el caso concreto de este cónclave serán necesarios 89 votos para elegir al Papa, siendo el número de cardenales electores 133.
¿Qué sucede dentro de una Capilla Sixtina a puerta cerrada?
Los 133 cardenales electores -que tienen menos de 80 años- quedaron aislados del mundo, sin acceso a internet, teléfonos, televisión o la prensa, hasta que escojan un nuevo pontífice.
Frente a los frescos del Miguel Ángel, los purpurados votarán “en presencia de Dios” bajo solemne silencio.Cada cardenal tendrá en sus manos una tarjeta de forma rectangular con un espacio para escribir el nombre del elegido y una indicación para doblarla por la mitad.
Una vez preparadas y distribuidas las papeletas -al menos dos o tres a cada cardenal elector- por el maestro de ceremonias, el último cardenal diácono sortea, entre todos los cardenales electores, tres escrutadores, tres encargados de recoger los votos de los enfermos y tres auditores.
Cada cardenal elector, por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado su papeleta, sosteniéndola en alto para que sea visible, la lleva al altar, donde se encuentran los escrutadores y sobre el cual está colocado un receptáculo cubierto con un plato para recoger las papeletas y pronuncia la siguiente frase:
“Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, de que mi voto es dado a aquel que, según Dios, creo que debe ser elegido”.
Una vez que todos han depositado sus papeletas, el primer escrutador sacude la urna varias veces para barajar las papeletas e, inmediatamente después, el último escrutador procede al recuento de las papeletas sacándolas visiblemente una a una de la urna y depositándolas en otro recipiente vacío.
Si el número de papeletas no corresponde al número de votantes, deben quemarse todas y se procede inmediatamente a una segunda votación.
Si, por el contrario, coincide con el número de votantes se procede al recuento.
Las papeletas se queman en una estufa con ayuda de químicos para dar el color del escrutinio.
Antes del “extra omnes”, los cardenales juraron guardar secreto sobre el proceso y desempeñar “fielmente” el papel de pontífice si resulta electo por “disposición divina”.
Con el hábito coral rojo, que rinde honor a la sangre de Cristo, lo hicieron primero juntos y luego individualmente ante el altar con la mano sobre el Evangelio.
Tras la fumata negra de este miércoles, las votaciones en el cónclave se realizarán todos los días, dos por la mañana y dos por la tarde.
Si después de tres días sin resultado, los cardenales electores no se ponen de acuerdo sobre la persona que debe ser elegida, las votaciones se suspenden durante un máximo de un día para reflexionar.