
La tensión subterránea en la Iglesia es evidente. Solo han pasado cuatro días de la muerte de Francisco y ya han empezado a desplegarse los bandos a la luz del día. Antes incluso del funeral del Pontífice, se están delineando las dos grandes corrientes que se enfrentarán en el cónclave, en la primera semana de mayo, en fecha aún por concretar.
Simplificando, por un lado, los cardenales que quieren seguir el camino de apertura y reformas, de una Iglesia globalizada y no eurocéntrica.